Hace unas cuantas semanas una pregunta pasó por mi mente: ¿Cuándo fui consciente por primera vez de que tenía una discapacidad, de que era diferente a los demás niños? Estuve recorriendo mis recuerdos tratando de establecer el punto de inicio de esta historia, y si bien tengo buena memoria, realmente resulta difícil decir con seguridad cuál fue el primero. Pero, aunque me cuesta dar una respuesta definitiva, después de pensarlo mucho creo haber encontrado una que se acerca bastante, un recuerdo que quizá, desde muy temprana edad, me haya mostrado cómo me trataría el mundo y cómo respondería ante esto.
No creo tener más de 4 años aquel día que mi mamá me llevó a una fiesta en un gran salón, y si bien no recuerdo quién cumplía años en esa ocasión, dudo que sea relevante en esta historia. Como a cualquier niño, me emocionaba ir a una fiesta; dulces, piñata y pastel eran suficiente para hacer de un día muy especial. Pero en esta fiesta había algo más, ya que debajo del salón principal se encontraba un área de juegos con diferentes actividades para que los niños se divirtiesen. Enseguida un juego llamó mi atención, un inflable muy grande donde un grupo de niños estaban brincando, mi mamá me quitó los tenis y me puso en la orilla para que fuera a brincar con ellos. Y es que eso quería, acercarme a ellos y brincar, pasar un buen rato y tal vez hacer nuevos amigos.
Al avanzar un par de “pasos” y levantar la mirada vi que todos los niños se paraban en todo el rededor del inflable para permitirme brincar, sin duda era un gesto muy dulce y con la mejor intención, pero inmediatamente me giré y fui con mi mamá para que me pusiera los tenis de nuevo. Pese a que ya hace más de 20 años de esto, creo recordar qué estaba pensando aquel niño al que su mamá, tal vez confundida, tal vez tratando de ocultar una tristeza al entender lo que pasaba, ponía unos tenis que había quitado sólo 20 segundos atrás. El pensamiento que más ocupaba su pequeña mente era que no quería interrumpir la diversión de aquellos niños, le parecía muy malo que tuvieran que dejar de saltar sólo por él; pero atrás, de forma casi secreta, también pensaba que sólo quería jugar con ellos.
Años después esto se repitió en un trampolín con acciones que parecían imitar a lo sucedido anteriormente, pero con el tiempo esto ha cambiado de forma, de palabras. Ya no se ponen a la orilla, en el mejor de los casos dicen que es difícil o peligroso; ya no me pongo los tenis, sólo sonrío diciendo que no hay problema y me ocupo en algo que pueda hacer yo solo. No diría que las personas son malas, estoy seguro que los niños sólo no me querían lastimar, pero no quiero brincar solo… Tal vez la respuesta sea brincar en pequeños grupos y por turnos.