Parecerá algo difícil de creer, pero el tema de hoy lo tengo pensado desde hace casi dos años. Como muchos otros, vino a mi mente durante un momento cotidiano de un día, hasta cierto punto, común. Estaba en la estética donde acostumbro cortarme el cabello, tiempo que suelo aprovechar para pensar en cosas trascendentales de la vida, como la política, la subida del dólar o el episodio más reciente de Dragon Ball Super; ya sabes, cosas importantes. Pero en esa ocasión mi mamá estaba en el asiento de al lado para hacerse algo en su cabello, y en un punto de la plática que ella mantenía con la estilista que siempre me hace el corte, mi mamá hizo un comentario gracioso ante el cual, naturalmente, me reí un poco, situación que no pasó desapercibida por la chica que la atendía y no tardó en señalar con la frase “mire, se ríe”, como si se tratara de un extraño evento único en la vida.

No me malentiendas, esto no me molesta para nada. De hecho, estoy más que acostumbrado a situaciones y comentarios de este tipo. Sin embargo, ese es el gran punto al que quería llegar. Y es que ya ni podría enumerar la cantidad de veces que me he encontrado frente al asombro de alguien por verme hacer o decir algo completamente normal. ¿Acaso, por estar en silla de ruedas, no puedo tomar alcohol? ¿No puedo entender un chiste y reírme? ¿No puedo tener inteligencia y pensamientos propios? ¿Acaso por estar en silla de ruedas no puedo co… mer?
Sin importar por dónde se vea, esto se llama estereotipos y generalización. Es como señalar sorprendidos a una mujer que conduce bien o a una mujer rubia que es una genia en matemáticas. ¡Por favor! Sorprendámonos cuando suceda algo realmente extraordinario, cuando México gane un Mundial, cuando Donald Trump publique un tweet que no ofenda a nadie, o cuando la diosa Aqua me escuche, ¡y Netflix anuncie que continuará con la serie de Dr. House!

Al final, esto es más simple de lo que parece. Se trata de no querer ver más allá de lo que se ve, de no querer deducir algo basándote sólo en una idea. Dicen que las nubes no engañan, que son justo lo que parecen; si ves una nube negra es porque va a llover. Y esta misma regla se puede aplicar a la discapacidad; por supuesto que hay condiciones que afectan el intelecto y la mente, pero en la gran mayoría de los casos una discapacidad es justo lo que se ve. Un bastón acompañado por unos lentes oscuros no esconden una plática profunda e interesante, unos ojos que te leen los labios no son incapaces de darte uno de los mejores consejos de tu vida, y una silla de ruedas no significa que la persona no pueda ser un buen amante en la cama… ¡Lo tenía que decir, ¿qué esperabas?!