Me gusta pensar que siempre tenemos dos opciones ante las dificultades de la vida: quejarnos y sufrir, o aprender y avanzar. Hasta la fecha aún no sé qué es lo que lleva a las personas a poner la mantequilla a un lado del pan, a elegir una u otra opción, pero a veces pareciera que decidimos en contra de toda lógica.

Nací en 1989 en Monterrey, Nuevo León, México. Por una serie de complicaciones en el parto, al momento de nacer estuve cuatro minutos sin respirar, esto me provocó una discapacidad llamada “parálisis cerebral”, la cual básicamente me impide caminar, hablar bien (para entenderme hay que convivir un rato conmigo) y controlar completamente mis movimientos, excepto por mi pie derecho con el que hago casi de todo.

Decir que mi vida ha sido difícil no significaría nada. ¿Cuál vida no lo es? Creo que “diferente” es una palabra mucho más adecuada. Pero todo esto no me ha quitado el gusto por vivir, creo que siempre se puede disfrutar del camino aunque de vez en cuando hayan tramos que huelan mal. Trato de apreciar los pequeños detalles de la vida, una agradable plática, una comida deliciosa, una noche donde la brisa tiene olor a lluvia.

No se trata de negar ni huir de la realidad, sino de usar los momentos difíciles como una plataforma, como un puente que nos permita llegar a un lugar hasta ahora imposible. Eso es la discapacidad para mí, una oportunidad de usar una condición que, sobre el papel, debería limitarme, para llegar a millones de personas y mostrarles lo que realmente hay detrás de una discapacidad.No pretendo ser el estándar ni la voz de nadie. Esta es mi vida, esta es mi historia; depende de ti conocer las de los demás.

Por medio de redes sociales, conferencias, videos y las letras, apunto a derribar las barreras y limitaciones de cartón que la discapacidad nos ha impuesto.