Durante un tiempo, en 2013 y 2014, gracias a que un amigo me llevaba, pude ir de manera bastante constante a disfrutar uno de mis más grandes hobbies: El cine. Esta es una de las actividades que más me gustan, sobre todo si voy acompañado de algún amigo. Ya que hay un cine muy cerca de donde vivo, por lo general íbamos a pie y ya desde ahí disfrutaba esos minutos al aire libre. Pero la anécdota de hoy no gira alrededor de nosotros, aunque bien podría hablar del gran valor que tiene para mí que un amigo salga a pasear conmigo. Esta vez el punto central desprende de una empleada del cine.
En ese tiempo el lugar contaba con una especie de elevador para silla de ruedas que consistía en una plataforma que recorría el barandal de las escaleras. Este tenía que ser operado por algún empleado, e iba tan lento que, si llegaba arriba y por alguna razón no podíamos entrar a ver la película, prefería que me aventaran escaleras abajo. Está bien, tal vez exagero un poco; pero el punto es que en cada sesión pasaba varios minutos con el empleado en cuestión, y, durante los muchos meses que lo usé, sólo dos personas se tomaron la molestia de no tratarme como un costal de papas… aunque una de ellas tenía pene, así que pasemos a la otra.
Recuerdo muy bien ese día y la película que vimos, tal vez porque fue una buena película. Si bien cuando iba bajando con el elevador ya me parecía alguien diferente, se lo adjudiqué a mi deseo subconsciente de, en cualquier salida normal, tener un encuentro especial con una chica que cambie mi vida. Pero sólo bastó con que me elevara unos cuantos centímetros para que ella me empezara a hacer plática, como si fuera el curso más natural a seguir, manteniéndose, innecesariamente, muy cerca de mí. Creo que ese día no había comido papas.
Las palabras fluían como si estuvieran entre dos buenos amigos, y por primera vez me parecía que ese elevador aspiraba a ganar la Fórmula 1. Al llegar arriba sólo quedaba irnos cada quien a sus asuntos, pero ella se despidió tomando mi mano y después yendo alegremente escaleras abajo. A lo largo de mi vida he tenido pocos encuentros así, siempre con un final que me dejaba la impresión de que, de ser otra persona, lo que seguiría de ahí sería bastante diferente. Sin embargo, el sabor inconcluso de este final tardaría en llegar.
Tal vez un par de meses después me tocó ir al cine con mi papá. Soy de quienes gustan de sentarse en los asientos del centro, así que ir con mi amigo de costumbre e ir con mi papá suponía una pequeña diferencia importante en esta anécdota: Mi papá me cargaba en su hombro para regresarme a la silla de ruedas. De nuevo, de todas las muchas veces en el cine, la máxima ayuda que nos ofrecían los empleados que llegaban al final de la función para limpiar la sala era la de abrir mi silla y acomodarla para que me sentaran. Pero en esta ocasión mientras mi papá me levantaba de la butaca me pareció ver a alguien esperando detrás de mi silla de ruedas ya acomodada. Al sentarme, unos brazos me rodearon sin tocarse entre ellos, por un tiempo más prolongado del que me haría pensar que quería asegurarse que no me cayera. Era ella.
Al día de hoy sigo sin poder entender y describir del todo este gesto. Se sentía humano y cariñoso, como si su corazón quisiera hacer sentir bien al mío, como si quisiera decirme “todo está bien” en un silencio que sólo nos pertenecía a nosotros.
Como mucho de lo que compartiré en este blog, esto me deja algo que sirve para cualquier persona: Siendo un poco más atentos y sensibles con la gente a nuestro entorno podemos llegar a marcar la vida de alguien, sin siquiera imaginarlo o saberlo.
Lo que pasó o no pasó después, me lo reservo… tal vez para otro post.
Bello pensamiento: Siendo un poco más atentos y sensibles con la gente a nuestro entorno podemos llegar a marcar la vida de alguien
una simple acción o sonrisa son suficientes para cambiar el mundo
Así es, Ruth! A veces pensamos que para ayudar a alguien tenemos que hacer algo muy grande, pero en realidad son los pequeños detalles los que más pesan
Exacto! Justo a eso me refiero. Sólo hace falta tener la actitud correcta 🙂
CUENTA!!! XD es pecado no contar el chisme completo…aún hay personas así, me alegra saberlo.
Jajajaja, tal vez más adelante 😛