Aquí estamos de nuevo, en uno de esos temas tan duros como especiales, uno de esos temas que no son fáciles ni de pensar en ellos, que muchas veces prefiero omitir cuando la idea se asoma por mi mente. Lamento si te decepciono siendo un cliché de serie barata de televisión, si el que uno de mis más grandes deseos en la vida sea tan común como desayunar cereal con leche hace que tu idea acerca de mí cambie. Y es que, como quedó más que claro en el tema de la semana pasada, el tener una pareja es un deseo recurrente en mi corazón desde hace ya mucho tiempo.

Los motivos bien los puedo dejar para otra ocasión, pero no es nada que me lleve a una búsqueda obsesiva, a imaginar que existe cariño donde no lo hay, ¡y el que para mí sea un hecho indiscutible el que Emma Watson me ama en secreto no demuestra lo contrario! Si bien la experiencia me ha hecho ser más duro y hoy por hoy considero difícil el abrirme a ese nivel emocional, una buena plática con una bella sonrisa y unos ojos que me vean sin temor son suficientes para entablar una relación de amistad abierta a cualquier posibilidad.
Pero, créeme, no idealizo el amor, ya que, si así fuera, no hablaría del punto central de este tema, tan realista como cruel. Y es que, al igual que nadie va a comprar a una tienda sin tener dinero… a menos de que sea un ladrón, claro; no se puede esperar recibir amor sin poder ofrecer nada a cambio. Esto no se relaciona con una visión fría y sociópata del amor donde, para que alguien me quiera, debo regalarle algo con más valor que lo que ella me dé. Sin embargo, aunque la siguiente idea ya rondaba por mi mente, tomó más fuerza al enterarme de ese “…no me podría ayudar con nada” dicho por una chica que me gustaba, lo cual me puso frente a frente con la pregunta que le da título a este tema y, eventualmente, me empujó hacia la difícil tarea de lograr verme como más que una carga para la mujer que llegue a estar a mi lado.

¿Qué le ofrezco? Respeto, de mí nunca saldrán palabras que la ofendan ni mucho menos me creería dueño de su cuerpo. Cariño, jamás le hará falta un beso, un abrazo, palabras que cautiven su corazón ni una mirada que la haga sentir deseada. Siempre la escucharé, moriré cada noche por saber cómo estuvo su día, por desearle dulces sueños, por sorprenderla con un mensaje cuando no se lo espere para que sepa que siempre está en mis pensamientos. Fidelidad; seamos sinceros, si tardé más de 29 años en encontrarla, ¿crees que me arriesgaría a perderla por semejante estupidez? Además, seguramente ella me ayudará a manejar mi celular, lo cual le dará acceso a todas mis redes sociales… ¡oye, tener una pareja con alguna discapacidad también conlleva sus ventajas! Me desvelaré hasta las cinco de la madrugada con tal de terminar aquello para lo que me pidió ayuda. La llevaré a cenar sólo con la intención de ver su sonrisa. Amaré estar con ella, ya sea viendo una película, platicando de algo que nos haga reír como tontos, o en la intimidad de unas sábanas. Nunca traicionaré su confianza. La haré sentir segura cueste lo que cueste. Me aguantaré la risa con tal de poder contemplar la suya. Sólo tendré ojos para ella. La cuidaré incluso sabiendo que no lo necesita. Siempre seré honesto con ella. Le confiaré todo mi corazón. Amaré lo que ella odie de sí misma; simplemente la amaré tal cual es. Le escribiré cartas, poemas y versos sin necesitar excusa alguna. Besaré su cabello cuando me ayude a ponerme los tenis, y me perderé en su aroma cada vez que la abrace. Celebraré sus triunfos, la apoyaré en sus derrotas, y la alentaré a seguir sus sueños.
Me queda claro que, aunque haya comentarios diciendo lo contrario, no soy la pareja idónea… ni la ideal… ni la soñada. Es muy fácil decir frases prefabricadas y esperar que alguien más quiera comprometerse conmigo a ese nivel. Pero mi intención no es venderme ni dar lástima, sino mostrar que hay más de lo que una discapacidad deja ver a simple vista y que, con la oportunidad adecuada, lo “imperfecto” puede dejar de serlo.
❤️😍😘
Lindo