Como seres humanos, no podemos negar que el amor es un elemento que está presente prácticamente en toda nuestra vida; amamos a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestras mascotas e incluso podemos llegar a amar a cosas abstractas como un libro, una película, un lugar o una serie. Sinceramente no me parecería ninguna locura decir que, de cierta manera, el amor, en sus muchas formas, moldea nuestra vida. ¿Quién no se ha visto influenciado por un ser querido? ¿O acaso nadie es fan de un artista gracias a que en algún momento un buen amigo le recomendó una canción? Seguramente yo no conocería a Bely Basarte, ni mucho menos, Aqua me perdone, a Rayden, si no fuera por ese link que me envió una amiga hace ya varios años.

Sin embargo, aunque haya quienes opinen que no es el más importante ni esencial, hoy me quiero centrar en la forma del amor más intensa: el amor de pareja. Y es que existen muy pocas fuerzas tan capaces de llevarnos a extremos completamente opuestos con tan sólo unas palabras, de hacernos sentir en las nubes o en el infierno, de olvidar absolutamente todo o hacer que recuerdos recorran nuestra mente en un doloroso ciclo sin fin.

Tal vez parezca algo contradictorio, ya que suelo decir que el que alguien tenga una discapacidad no le hace diferente a las demás personas, pero hay situaciones donde, si somos objetivos, esto no se puede aplicar al pie de la letra. Por ejemplo, si estoy en silla de ruedas sería absurdo buscar a alguien que ame la aventura, adentrarse en los bosques y escalar montañas… bueno, al menos hasta que inventen una silla de ruedas voladora. Todo esto me llevó a pensar, más allá del aspecto físico, ¿qué espero de la mujer que llegue a ser mi pareja? Esta pregunta me obliga a tomar un shot de realidad y al mismo tiempo me invita a emocionarme con la remota posibilidad de que ella y yo nos encontremos algún día.

Empezando con lo básico, aun con los movimientos involuntarios que tengo, debe sentirse segura y cómoda estando a mi lado, no temer al contacto físico, ya que será necesario si queremos salir solos. Saber que moverme de un lugar a otro es cuestión más de maña que de fuerza. También debe ser consciente que es normal que sucedan pequeños accidentes, ya que de por sí estando solo siempre tengo heridas y moretones; ¡lastimarme no significa el fin del mundo! Por otro lado, es importante que entienda que es normal que mi familia se preocupe por mí y que al principio puede resultar raro tener que “reportar” dónde estamos, pero no dudo que ella se ganará su confianza más pronto que tarde. Que, aunque haya mucho que no le puedo ofrecer, vea y valore más aquello que sí está en mí y que no dudaré ni un segundo en darle. Que me sorprenda entrando por la puerta de mi cuarto sin que yo sepa que vendrá, y que una sonrisa ilumine su rostro cuando me vea llegar en Uber a su casa. Que el temor no detenga nuestros pasos, y que la luz de la Luna bañe cientos de nuestras pláticas y risas. Que un escalón no represente un problema, y que nunca piense en mí como una carga. Que le enamore que la vea como magia, y que bese mis labios cada vez que le regale palabras que nazcan de mi corazón. Que por alguna extraña y loca razón se sienta segura y protegida entre mis torpes brazos. Que descubra y entienda cosas de mí sin que se las diga. Que mi mirada se refleje en sus ojos. Que, cuando no podamos hacer algo, me dé unos minutos para pensar una manera de lograrlo. Que recuerde nuestra primera cita con la misma emoción que yo, y que lo que hayamos comido sea sólo una mera anécdota sin importancia. Que me ame por quién soy, y que sepa que el que haga tanto por mí nunca pasa desapercibido, que la amo más de lo que soy capaz de expresar.

Pero el amor no es sólo recibir, ¿cierto? Así que este tema continuará la próxima semana.