Podría decir que mi muy prolongada soltería se debe a que las mujeres no me dan la oportunidad de tener algo más, y francamente no estaría muy alejado de la verdad. He tenido grandes amigas que, en cuanto sospechan que me gustan, no tardan en delimitar una línea muy clara de amistad, y eso en el mejor de los casos; en otras ocasiones simplemente se han alejado de mí. Si bien duele un poco, creo que sólo una vez esto me ha lastimado. Fue en el tiempo donde estaba muy metido en la iglesia, me hice gran amigo de la líder de jóvenes de una congregación amiga, apenas unos años menor que yo, teníamos mucha química y no pude evitar pensar que ella podría ver más allá de un exterior poco prometedor; después de todo, “…Dios ve el corazón”.
Sin embargo, en realidad ese no es el punto de este post. No estar muy alejado de la verdad significa que aún falta algo para llegar a ella, y en este caso ese “algo”, de nuevo, tiene forma de inseguridad. Si bien sería muy fácil y cómodo quedarme en la simpleza de “no me dan la oportunidad”, hay un recuerdo que regresa a mi memoria constantemente, uno de esos “¿y si hubiera…?” que son capaces de dejarte pensando por largos minutos acompañado por la acogedora soledad de la madrugada.
Un día, en una plática por chat con la chica antes mencionada, ella estaba triste por un dilema emocional, podría decirse, y le dije justo lo que necesitaba escuchar, algo que la conmovió tanto que aun en la distancia se creó un ambiente extrañamente lindo, incluso romántico, a lo cual inteligentemente tuve la certera idea de responder con un “:P”. La chica se rio y creo que me dijo que había roto la atmósfera.
No sé por qué hice eso, mas sí sé para qué. La verdad es que quería terminar con ese ambiente, el cual me era incómodo. Tal vez el no poder tocar su hombro fue demasiada presión, tal vez el experimentar esa situación por primera vez terminó quebrándome, tal vez tuve miedo de seguir y fracasar. Hoy en día sigo sin tener mucha experiencia en el romance (por no decir prácticamente nada) y no puedo evitar temer que esto me juegue en contra cuando esté otra vez en una situación así.
Sin duda me equivoqué, debí haberle dicho que siempre estaría para apoyarla, tal vez invitarla a salir, y no, como de costumbre, usar el humor para evitar algo que me es incómodo. Pero tampoco es tan difícil darse cuenta de lo que intentaba, quizá no me vendría mal que la próxima vez la chica vea a través de ese pobre intento de desviar el tema, ignore un poco la torpeza y me ayude a tomar el camino correcto. Tal vez un “No trates de librarte con eso; invítame a salir” estaría bastante bien.