Algunas veces creemos entender ideas o conceptos que, después de un tiempo, nos damos cuenta de que en realidad se trataban de temas mucho más amplios de lo que pensábamos, o, incluso, de algo completamente diferente. Sin necesitar ser extremista, te puedo decir que prácticamente siempre me ha entretenido ver un buen partido de volleyball, y más cuando un punto se decidía después de que el balón llera y viniera varias veces de un lado del campo al otro. Sin embargo, no fue sino hasta que un anime me mostrara este deporte un poco más en profundidad que pude comprender la importancia del saque, el peso de la decisión de en qué momento jugar con un líbero o cambiarlo por otro jugador que pueda aportar más que una buena defensa, la belleza de un punto marcado por el acomodador o la elegancia de un ataque rápido que culmina con un salto pegado a la red sin siquiera rozarla.
Todo este ejemplo, aunque no lo parezca, va muy bien con el tema del que quiero hablar hoy. Y es que no han sido pocas las ocasiones en las que, ya sean desconocidos o personas cercanas a mí, en el buen afán de no tratarme diferente a los demás, caen en una confusión muy común. La intención de no discriminar siempre es buena, pero la idea sin matices de tratar a todas las personas por igual, tengan una discapacidad o no, puede llevar a varios extremos completamente absurdos.
Si esta fuera la “igualdad” que buscara, entonces estaría protestando por los lugares en los estacionamientos que están cerca de las entradas y son exclusivos para personas con discapacidad. ¿Por qué ese trato “especial”? Tengo derecho de exponerme al peligro y recorrer medio estacionamiento en una altura que dificulte que los conductores me vean, ¿no? ¡O vayamos más lejos! Si las mujeres quieren igualdad de género, ¿no deberían regresar al trabajo un día después de tener un hijo? Los hombres lo hacen, ¿no?
Estos ejemplos, obviamente, no toman en cuenta factores esenciales que marcan diferencias objetivas entre las personas que se están comparando. Y es que el gran punto de todo esto es que no es lo mismo “tenerme consideración” a tener en consideración algo completamente objetivo y que va ligado con la situación en la que estoy. Los lugares exclusivos en los estacionamientos y los días de incapacidad por maternidad existen porque toman en cuenta estas diferencias y buscan un estado de equidad entre personas que no están en las mismas circunstancias.
Es justo a eso a lo que debemos aspirar, a un mundo donde la equidad entre personas sea lo común y no una especie de “favor” que se piensa que es motivado por la lástima, a no ver todo trato diferente como un acto de discriminación, a poner a cada persona en el mismo nivel que los demás, aunque eso signifique darles un banquillo más alto a algunas.