Es gracioso darte cuenta de que tendemos a ver las cosas de una manera romántica, que con sólo un breve periodo de esfuerzo conseguiremos obtener el impulso suficiente para llegar a una meta, sin importar dónde esté. Tras empezar a escribir el libro pronto aprendería que, sin importar lo obvio que parezca, comenzar es sólo el primer paso.
Empecé a escribir y, sin esperarlo, de pronto me detuve. Cuando me gustaba, cuando parecía fácil, cuando ignoraba que la constancia es el común de todos los que te ven con satisfacción desde la meta. Me detuve con una bolsa llena de nuevas excusas, sabiendo en el fondo que ninguna de ellas era buena, que ninguna de ellas me la creía.
Sin duda empezar es un paso importante e ineludible en todo camino hacia una meta, pero el tenis izquierdo se llama constancia y es el que nos mete de lleno en nuestro viaje, cuando ya no hay ninguna parte de nosotros en la línea de salida. Es difícil despegar ese segundo pie, el que mantiene la puerta para regresar bien abierta, cuando no te dolería tanto malgastar sólo un paso. De igual manera asusta ver el largo camino por recorrer sin siquiera saber cuál será el resultado, pero, en mi opinión, es mucho peor ver las caras vacías de quienes viven sólo en los comienzos, mintiéndose al creer que están en la carrera hacia su sueño cuando sólo son una fotografía engañosa.