¿Alguien, por favor, quiere pensar en los niños? ¡Listo! Con esa referencia a Los Simpsons fuera de mi sistema, ya puedo continuar más cómodamente. Aunque, como suele suceder con este tipo de cuestiones, quien años después levantaría la mano para responder aquella pregunta sería, tal vez, quien menos lo tendría que hacer.

Pero no nos adelantemos, ya que en los próximos minutos conocerás una historia que, cuanto menos, no te dejará indiferente. Y es que decidí empezar esta sección hablando sobre la Fundación Mark IAP porque se enfoca en un tema con el que todos podemos empatizar: la infancia. Esa etapa a la que, conociendo ya la vida de adulto, a veces queremos regresar para disfrutarla aun más. ¿Cuáles son tus recuerdos de esos años? ¿Correr, reír y jugar en el césped? Yo, sin duda, lo resumiría en jugar; eran días en los que unos cuantos bloques bastaban para tener un robot o un dinosaurio, donde no había facturas y la emoción no venía de si ese mes tendría suficiente dinero para pagar todo, sino que sólo dependía de a dónde me llevara mi imaginación aquella tarde.

Estoy seguro de que así fueron los primeros seis años de vida de Mark. Quiero estar seguro porque, de otra manera, el mundo me parecería un poco menos colorido. El diagnóstico de cáncer cambió paseos al parque por semanas en el hospital, una cama alegre por noches en una habitación genérica. De lo que sí estoy seguro es de que nada pudo cambiar su sonrisa, porque sólo así se puede explicar su deseo de, cuando fuese grande, ayudar a que el diagnóstico de cáncer no le siguiera robando la infancia a más niños. Un par de años después Mark conoció a un amigo que le pagaría un tratamiento en Estados Unidos, el cual era la única opción para mejorar su salud; pero el traslado dejó de ser posible por una nueva infección. Sin embargo, Mark ya había tocado el corazón de su amigo y, al preguntarle cómo podía hacer realidad su sueño y ayudar a los niños, su respuesta fue más que clara: con diversión. Días después su amigo llamó para darle la noticia del nacimiento de su fundación, a lo que la mamá de Mark tuvo que responder con las palabras que me rehúso a escribir.

Quienes me conocen saben que es muy difícil que algo me conmueva, uno de mis hermanos incluso dice que no tengo corazón. Pero conocer la historia del gran Mark y saber que, después de 13 años, sus palabras han cambiado la vida de miles de niños, que su recuerdo hace que actualmente 20 personas den todo de ellos para atender a 1350 familias, logra que se me haga un nudo en la garganta de la emoción.

Fundación Mark, en su misión de proteger el derecho de los niños a la diversión, cuenta ya con varias salas de juego en hospitales de tres ciudades de México, y trabaja día a día por mantener la sonrisa en el rostro de los niños. La cereza del pastel es que esto no supone ningún costo para las familias beneficiadas por el sueño de Mark, quien no dudó en levantar la mano y pensar en los niños, en buscar que el estar en un hospital no le quitara la diversión a la infancia de nadie.

Llegados a este punto, sólo me queda decir que hay muchas maneras de apoyar a esta fundación nacida de un gran corazón. La más obvia, y hasta cierto punto, necesaria, es con donaciones económicas, para lo cual hay varias opciones. Pero también puedes donar juguetes o, mejor aun, donar tu tiempo siendo voluntario, aunque estoy seguro de que la sonrisa de los niños hará más por ti de lo que tú puedas hacer por ellos 🙂

Tal vez debería mencionar que la situación actual del país dificulta, en el mejor de los casos, el mantener una fundación que no cobra por sus servicios. Pero me gusta pensar que ya tienes en mente el mensaje que les enviarás por Facebook, Instagram o al correo proyectos@fundacionmark.org